jueves, 22 de octubre de 2009


El Sufrimiento de los Japoneses en la 2da Guerra mundial

Los Nikkei internados durante la Segunda Guerra Mundial: La larga lucha por una reparación justa
By Stephanie Moore
4 Dec 2007
Fuente: DiscoverNikkei 
Las deportaciones y el internamiento




Durante la Segunda Guerra Mundial, 2.264 nikkei latinoamericanos1 - japoneses residentes y ciudadanos latinoamericanos - fueron deportados de sus países de residencia a campos de concentración en los Estados Unidos. Trece países latinoamericanos2 colaboraron con los Estados Unidos, arrestando a los residentes de ascendencia japonesa y enviándolos a bordo de barcos del ejército estadounidense, a sabiendas de que no se les había encontrado ninguna prueba de espionaje ni de actividades subversivas. El Perú fue el país latinoamericano que más empeño puso en la tarea, deportando alrededor de 1.800 Nikkei peruanos a los Estados Unidos. Treinta años después del hecho, el diplomático estadounidense John K. Emmerson, encargado del programa de deportación en el Perú, escribió :

“El encarcelamiento de los japoneses del Perú…fue claramente una violación de los derechos humanos y no fue justificado por ninguna amenaza a la seguridad del hemisferio occidental.”3
Cuando la colonia nikkei se dio cuenta de que la policía local tenía órdenes de capturar a los miembros destacados de la comunidad, algunos se escondieron en pueblos retirados. Seiiche Higashide, presidente de la Asociación Japonesa de la pequeña ciudad de Ica, Perú, excavó debajo de su casa y construyó allí una habitación, en donde vivió durante casi un año hasta que lo deportaron en 1944. Higashide cuenta en sus memorias, “Adiós to Tears” (Adiós a las Lágrimas), que el oficial de la policía peruana le informó que su deportación fue exigida por los Estados Unidos y que el gobierno peruano no tenía otra opción.4

Rumbo a los campos de concentración en los Estados Unidos, muchos de los nikkei varones fueron forzados a trabajar en la zona del Canal de Panamá. También fueron deportadas familias enteras. Muchas mujeres nikkei, casadas con hombres deportados, se sintieron obligadas a acompañar a sus maridos al campo de concentración no sólo por el deseo de mantener unida a la familia, sino también porque no tenían posibilidad de sostenerla debido a la congelación de los fondos bancarios de los denominados nacionales del “Eje”, residentes en América Latina. Al llegar a los Estados Unidos, los nikkei capturados de América Latina fueron recibidos por representantes del Departamento de Justicia de los Estados Unidos, quienes les quitaron sus pasaportes, declarándoles luego “extranjeros ilegales” y rociándoles con DDT antes de enviarlos a los campamentos para extranjeros de países enemigos.

Aunque los gobiernos de los Estados Unidos y de los países latinoamericanos insistían en que era necesario deportar e internar a los nikkei porque representaban un peligro para el hemisferio occidental, en realidad hubo razones más oscuras para tal programa. Primero, el racismo contra los japoneses, y los asiáticos en general, estaba muy arraigado tanto en los Estados Unidos como en América Latina. En el año 1924, los Estados Unidos prohibió definitivamente la entrada de los asiáticos a ese país y, durante la siguiente década, varios países latinoamericanos aprobaron leyes que casi eliminaba la inmigración japonesa. Para los políticos de algunos países como el Perú, el programa de deportación fue una oportunidad dorada frente a las presiones de ciertos sectores locales para la eliminación de los japoneses de su territorio, sea por razones racistas y/o económicas. Al deportar a los nikkei (y a los alemanes e italianos), muchos de sus negocios quedaban en manos de sus competidores locales.

Los Estados Unidos tenían otros motivos. Al estallar la guerra entre los Estados Unidos y el Japón por el bombardeo a Pearl Harbor en 1941, muchos ciudadanos estadounidenses se encontraban en países asiáticos bajo el control del gobierno japonés. Los japoneses latinoamericanos – clasificados como extranjeros enemigos por los Estados Unidos – fueron utilizados como una solución para liberar a los estadounidenses que se hallaban en tales territorios a comienzos de la guerra. El Secretario del Estado Cordell Hull le propuso al Presidente Franklin Roosevelt, en octubre de 1942, lo siguiente:

1. Continuar nuestro acuerdo con los japoneses [el gobierno] hasta que todos los americanos hayan salido de la China, el Japón, y las Filipinas, tanto como se pueda.
2. Continuar con nuestros esfuerzos para deportar a todos los japoneses de las Repúblicas Americanas para poder internarlos en los Estados Unidos.
3. Continuar nuestros esfuerzos para deportar a los alemanes e italianos peligrosos aún ahí [en América Latina], junto con sus familias…”5

Aunque el programa de deportación y canje nunca llegó a los extremos propuestos por Hull, el gobierno de los Estados Unidos sí canjeó a 800 nikkei latinoamericanos por ciudadanos estadounidenses que estaban en territorios bajo control japonés.

Al acabar la guerra con Japón en 1945, el Presidente de los Estados Unidos Harry Truman firmó el Decreto Supremo 2662, con el que dio orden para la deportación de los internos latinoamericanos que aún se encontraban en los campamentos de concentración en los Estados Unidos. Los gobiernos latinoamericanos se negaron a aceptar el regreso de la gran mayoría de los nikkei latinoamericanos, así es que más de mil de ellos fueron deportados a Japón, a sufrir de hambre o aun más. Recuerda Naeko Tamashiro, una ciudadana peruana que fue deportada a Okinawa – ya controlado por el ejército de los Estados Unidos – junto con sus abuelos:

“Hasta en la noche no podíamos descansar bien…en la noche, los Americanos y no-Americanos – había Filipinos entre los soldados – venían a nuestro pueblo por las mujeres…a violarlas…Ellos entraban a las casas particulares. Hoy en día uno puede ir al tribunal, pero en aquel entonces, sólo podían llorar en silencio. Después de la guerra, hubo muchos incidentes así. Muchas mujeres, quienes ahora tendrán más de 70 y 80 años, sufrieron.”6
Reparaciones

Los gobiernos latinoamericanos han hecho poco para compensar a la comunidad nikkei por sus pérdidas durante la Segunda Guerra Mundial. En 1954 en el Perú, por ejemplo, se aprobó una legislación que otorgaba una compensación muy limitada por la confiscación de algunas de las propiedades de la colonia, llevada a cabo por el gobierno peruano durante la guerra; entre ellas, la Escuela Japonesa de Lima. Los Estados Unidos - considerado como autor intelectual del programa de deportación e internamiento - se ha mostrado renuente a reconocer y a compensar a los nikkei latinoamericanos por su sufrimiento. En 1988 se aprobó la Ley de Derechos Ciudadanos (Civil Liberties Act - CLA), que otorgó una compensación de $20 mil, más una carta de disculpa del gobierno estadounidense, para todos los nikkei que eran ciudadanos o residentes permanentes de los Estados Unidos durante su confinamiento en los campamentos de concentración. Como la mayoría de los nikkei latinoamericanos eran residentes o ciudadanos de países latinoamericanos durante su internamiento, no pudieron acogerse a tal ley. Ocho años después se presentó una querella (“Carmen Mochizuki contra los EE.UU.”) a nombre de los nikkei latinoamericanos por haber sido excluidos de la CLA. En un acuerdo negociado, los reclamantes decidieron aceptar una disculpa del gobierno de los Estados Unidos más $5 mil de compensación.

Algunos nikkei latinoamericanos, sin embargo, se negaron a aceptar el arreglo por considerarlo injusto, considerando todas las pérdidas sufridas por sus familias. En 2003 se presentó una petición contra los Estados Unidos, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de los Estados Americanos, por crímenes de guerra a nombre de los hermanos Shibayama. Karen Parker, abogada de los Shibayama, sostiene que es un crimen de guerra porque los Estados Unidos “durante la guerra secuestró y capturó para usar como rehenes a ciudadanos de otros países debido a su raza…”7 Augusto Kague, un reclamante Nikkei peruano que rechazó la compensación y sigue luchando por una compensación justa, reflexiona:

“No se puede saber qué hubiera sido de mi vida, por decir, mi padre tenía idea que yo fuera médico, que estudiara medicina, mis hermanos podían haber tenido otro destino… pero nos quitaron todas esas opciones a todos, no solamente a nosotros, a todas las familias le quitaron las opciones de lo que pudieron haber sido, gente muy inteligente, trabajadora que hubo, que podía estar mejor de lo que está ahora y le quitaron toda opción.”8
En el presente, la organización “Campaña por Justicia: Compensación Ya para los Internados Latinoamericanos Japoneses!” continúa promoviendo el reconocimiento del internamiento de los nikkei latinoamericanos, además de exigir la compensación equitativa, a través de la educación del público y de esfuerzos legislativos. Asimismo, existe también un proyecto de ley pendiente en el Congreso de los Estados Unidos para la creación de una comisión para la investigación de la deportación, “reubicación” e internamiento de los latinoamericanos de ascendencia japonesa. Una vez completada la investigación, la Comisión hará las recomendaciones sobre reparaciones apropiadas al Congreso estadounidense. Este proyecto de ley pendiente - auspiciado por los Congresistas Senador Daniel Inouye de Hawaii y Representante Xavier Becerra de California – es accesible al público en: http://becerra.house.gov/HoR/CA31/Issues/JLA+Page.htm y/o la Campaña por Justicia http://www.campaignforjusticejla.org.

Notas:

1. White a Lafoon, 30 enero 1946, en carpeta “Statistics,” Subject Files 139-1954, Caja 70, Special War Problems, United States State Department, RG59 National Archives, College Park, MD. Gracias a Max Friedman por el documento y la citación. Aproximadamente 4058 Alemanes y 287 Italianos residentes de América Latina también fueron deportados e internados en los EE.UU.

2. Bolivia, Colombia, Costa Rica, the Dominican Republic, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haiti, Honduras, Mexico, Nicaragua, Panama and Peru.

3. Emmerson, John K., The Japanese Thread: A Life in the U.S. Foreign Service, New York: Holt, Rinehart and Winston, 1978, p. 149.

4. Higashide, Seiichi, Adios to tears: the memoirs of a Japanese-Peruvian internee in U.S. concentration camps, Seattle: University of Washington Press, 2000, p. 119.

5. Here, In America? Immigrants as “The Enemy” During WWII and Today: Report of the Assembly on Wartime Relocation and Internment of Civilians, April 8-9, 2005, San Francisco, California: National Japanese American Historical Society, “Enemy Alien Files” Exhibit Consortium, 2006, p. 18.

6. Historia oral de Naeko Tamashiro, por Wesley Ueunten, Japanese Peruvian Oral History Project, Lima, Perú, 25 de marzo de 1999.

7. Here, In America? p. 52.

8. Historia oral de Augusto Kague, por Stephanie Moore, Japanese Peruvian Oral History Project, Lima, Perú, 8 de junio de 1999.

* Este artículo se publica bajo el Convenio Fundación San Marcos para el Desarrollo de la Ciencia y la Cultura de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos – Japanese American National Museum, Proyecto Discover Nikkei.

© 2007 Stephanie Moore

Stephanie Moore
Stephanie Moore es actualmente candidata al Doctorado de Historia de la Universidad de California en San Diego, con especialización en América Latina, género y migraciones. Ha realizado investigaciones sobre los Nikkei durante la primera mitad del siglo 20 en distintos lugares y archivos del Perú para su tesis y es autora de varios artículos sobre el tema. Ha trabajado también en el Proyecto de Historia Oral de los Peruano – Japoneses, con sede en California, Estados Unidos durante varios años.

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