jueves, 22 de octubre de 2009


Los Famosos Kamikazes Japoneses

Pilotos Kamikaze Japoneses


27 Feb 2009
Extraido de Lasegundaguerra.com




El término kamikaze (神風, ''kamikaze'' lit. «viento divino») de origen japonés, fue utilizado originalmente por los traductores estadounidenses para referirse a los ataques suicidas efectuados por pilotos de una unidad especial perteneciente a la Armada Imperial Japonesa, contra embarcaciones de la flota de los Aliados a finales de la Segunda Guerra Mundial. Estos ataques pretendían detener el avance de los aliados en el océano Pacífico y evitar que arribasen a las costas japonesas. Con esta finalidad, aviones cargados con bombas de 250 kilogramos impactaban deliberadamente en contra de sus objetivos, con el afán de hundirlos o averiarlos tan gravemente que no pudieran regresar a la batalla.

Aunque hubo diversas unidades suicidas en tierra, mar y aire, esta unidad especial de ataque es la más representativa de su tipo.

En Japón no se utiliza con este sentido la palabra kamikaze. Se prefiere el término Shinpū tokubetsu kōgeki tai (神風特別攻撃隊, «Unidad Especial de Ataque Shinpū») o su abreviación tokkōtai (特攻隊, 'tokkōtai'). En el resto del mundo, el uso se ha extendido y se aplica sin mucho rigor a todo tipo de ataques suicidas, sin importar el método empleado (uso de explosivos, automóviles, etc.) o la nacionalidad del atacante (como en el caso de los Atentados del 11 de septiembre de 2001).

Esta unidad especial fue disuelta cuando Japón presentó su rendición incondicional en la Segunda Guerra Mundial y actualmente se cuenta con numerosos registros y testimonios acerca del nacimiento, desarrollo y declive de sus operaciones.

Orígen

El origen del mito kamikaze se origina en el siglo XIII, cuando una flota procedente de Mongolia bajo el mando de Kublai Khan se presentó en dos ocasiones (la primera en 1274 y la segunda en 1281) en costas japonesas con el fin de invadir el país. Afortunadamente para los habitantes, que no estaban preparados para combatir contra un ejército mucho mejor preparado y enfrentar una invasión de grandes proporciones durante el intento de invasión de 1281, un tifón arrasó la flota invasora, el cual fue llamado Viento Divino (神風, 'Viento Divino') y considerado como una señal de que Japón era el elegido por los dioses y, por lo tanto, estos se encargarían de su seguridad y supervivencia.

Contexto histórico

Japón vivió un crecimiento acelerado después de instituirse el gobierno Meiji, y pasó de ser un país agrario a una potencia en la región asiática. Las reformas tomadas por el nuevo gobierno cambiaron la forma en que el país era dirigido y se enfocó en el desarrollo de tecnología, al mismo tiempo que creó un ejército fuerte y moderno, conduciendo a una fuerte militarización del país. Un gobierno cada vez más bélico vio la oportunidad de basarse en el modelo del colonialismo europeo, dando lugar a una gran cantidad de conflictos armados en el continente Asiático como la Primera Guerra Sino-japonesa de 1894, la Guerra Ruso-japonesa de 1904 - 1905 y la Segunda Guerra Sino-japonesa de 1937.

Varios años atrás, los estadounidenses habían presionado a Japón con embargos y brindando apoyo a sus enemigos ya que el país era visto como una amenaza en la región. Durante el verano de 1941, los Estados Unidos, el Reino Unido y Holanda, ejercieron un embargo petrolero como protesta a la presencia de tropas japonesas ocupando China. Diplomáticos japoneses trataron de convencer a los respectivos países para que se levantara el embargo, pero debido a la negativa, el Emperador dio la orden de atacar Pearl Harbor, el cual se llevó a cabo el día 7 de diciembre simultáneamente con ataques a Filipinas y los territorios británicos de Malaya y Hong Kong. Al día siguiente, 8 de diciembre, Estados Unidos le declaró la guerra a Japón.

El ejército japonés siguió avanzando en el Pacífico. En los seis meses siguientes, después del ataque a Pearl Harbor, habían conseguido casi todos sus objetivos navales y su flota permanecía relativamente intacta. Habían hundido o dañado de manera importante todos los acorazados de Estados Unidos en el Pacífico. Las flotas británica y holandesa del Lejano Oriente habían sido destruidas, y la Real Armada Australiana, había sido rechazada hacia sus puertos de origen.

La única fuerza estratégica Aliada de importancia, que permanecía oponiéndose a todo esto, era la base naval de Pearl Harbor, incluyendo los tres portaaviones de la Flota del Pacífico de los Estados Unidos. Los japoneses enviaron una flota hacia las islas Midway, un atolón periférico del archipiélago de Hawái, con el objetivo de atraer lo que quedaba de la flota estadounidense a una batalla decisiva. El 5 de junio, bombarderos estadounidenses avistaron la fuerza japonesa y hundieron 4 de sus mejores portaaviones, un acorazado y 275 aviones durante la Batalla de Midway, a un costo de un solo portaaviones, el Yorktown. Esta fue una victoria muy importante para los Estados Unidos, y marcó el punto de inflexión en la guerra del Pacífico. La capacidad estadounidense en la construcción de barcos y aviones superaba ampliamente a la japonesa, la cual nunca disfrutaría otra vez de tal superioridad numérica.

Después de la victoria en la Batalla de Midway, las fuerzas de Estados Unidos comenzaron un avance implacable en las costas del océano Pacífico. Rápidamente los aviones de combate japoneses se vieron superados tanto en número como en características técnicas de los nuevos aviones estadounidenses, sobre todo con la entrada del F6F Hellcat y el F4U Corsair. El Servicio Aéreo de la Flota Imperial Japonesa fue derrotada durante los combates aéreos durante las campañas de las Islas Salomón y la de Nueva Guinea. Finalmente, durante la Batalla del Mar de Filipinas, los japoneses perdieron más de 400 aviones y pilotos. Los pilotos más veteranos y con mejor preparación comenzaron a escasear.

Antes de la creación oficial de un cuerpo especial, se habían registrado colisiones deliberadas por parte de pilotos cuyo avión había sido severamente dañado y no querían verse capturados, situación que ocurrió tanto del lado japonés como en el de las fuerzas aliadas. De acuerdo a Axell & Kase, estos suicidios «eran individuales, decisiones tomadas en el mismo momento de hombres que estaban mentalmente preparados para morir». En la mayoría de los casos, existe poca evidencia que fueran algo más que colisiones accidentales, normales en las intensas batallas tierra - mar.

Desde 1942, diferentes voces dentro del ejército japonés se levantaron con el afán de recurrir a tácticas suicidas para emplearse en la guerra y tratar de revertir nuevamente los papeles. En medio de grandes controversias, uno de los protagonistas y principales opositores era el vicealmirante Yokoi, quien exponía que los motivos para oponerse, más allá de la muerte de los pilotos. Sus razones eran tres principalmente:

Era sumamente costoso adiestrar a un piloto para que él y su avión tan sólo hicieran un sólo viaje.

Los aviones por sí solos no tendrían una fuerza de impacto tal para destruir o dañar severamente un portaaviones, a menos que se estrellara contra la pista de aterrizaje cuando ésta tuviera muchos aviones enemigos.

Era sumamente difícil analizar los resultados ya que el protagonista resultaría muerto de la acción.

Unidades especiales suicidas finalmente se implementaron en tierra (como en el caso de la «Carga Banzai»), y en el mar (como las lanchas Shin'yō). Finalmente, a mediados de 1944, el primer ministro Hideki Tōjō dio instrucciones para que los Cuerpos de Ataque Aéreo organizaran una unidad especial, lo que daría nacimiento a lo que se conoce comúnmente como kamikazes.

El desarrollo de la protección antiaerea en los barcos estadounidenses había alcanzado un nivel tal que resultaba ilusorio pensar que el avión japonés podría sobrevivir al ataque incluso si esa fuera su intención. En ese momento de la guerra, con toda la experiencia acumulada en ataques de avión contra barco, la táctica de los kamikazes era una forma realista y racional de asumir la limitación de que el piloto acabaría muerto igualmente. Así pues, los kamikazes fueron producto de la intersección entre una tradición cultural de sacrificio suicida con la realidad táctica evidente de que planear la retirada tras el ataque era ocioso.

Contexto cultural

Durante los años 1944 y 1945, los japoneses estaban profundamente influenciados por pensamientos del sintoísmo, el cual enfatizaba profundamente reverenciar al Emperador desde que fue establecido como religión oficial desde la restauración Meiji. Conforme fueron avanzando los años, se promovieron fuertemente los sentimientos nacionalistas. En 1890, se aprobó la re estructuración Imperial de la Educación, con la que los estudiantes debían hacer un juramento de ofrecerse «con coraje» al Estado, así como de «proteger a la familia Imperial». El último ofrecimiento era dar la propia vida. El morir por el país o por el Emperador era considerado como todo un honor. Los autores Axel & Kase apuntan:

Kamikazes Japoneses escribió:

El hecho es que innumerables soldados, marineros y pilotos estaban determinados a morir, a convertirse en Eirei, que significa Espíritus Guardianes del país. [...] Muchos japoneses sentían que ser consagrados al Yasukuni era un honor especial dado que el Emperador lo visitaba dos veces por año para pagar tributo. Yasakuni era el único templo, que deificaba hombres comunes, el cual el Emperador visitaba.

Los jóvenes japoneses eran adoctrinados desde una temprana edad con estos ideales. Además del argumento del templo Yasukuni, se comenzaron a construir una gran cantidad de memoriales de Guerra desde 1905, después de la guerra Ruso-Japonesa. Es de hacer notar su construcción cerca de las escuelas y no cerca de templos. Después del comienzo de las tácticas suicidas, periódicos y libros distribuyeron avisos, artículos e historias sobre estos pilotos con la finalidad de ayudar en el reclutamiento. En octubre de 1944, el Nippon Times citó al comandante Sekio Nishina:

Kamikazes Japoneses escribió:

El espíritu de la Unidad de Ataque Especial es el gran espíritu que corre por la sangre de todo japonés [...] La acción de estrellarse que simultáneamente mata al enemigo y al piloto mismo sin error es llamado Ataque Especial [...] Cada japonés es capaz de convertirse en un miembro de la Unidad de Ataque Especial.

Los publicistas también fomentaron la idea de que los pilotos suicidas eran consagrados al templo Yasukuni y distribuyeron historias exageradas de su valentía, incluso distribuyendo cuentos para niños con pilotos suicidas como tema central.

Antes de la salida de cada piloto a su misión final, se llevaban a cabo ceremonias en las que se les entregaba la bandera de Japón o la bandera del sol naciente (insignia de la flota naval japonesa), con inscripciones inspiracionales o espirituales, una pistola o una katana y generalmente se les ofrecía una copa de sake o té antes de despegar. Los pilotos usaban además una banda con el sol naciente y una senninbari, una «cinta de mil puntadas» tejida por mil mujeres que hacían una puntada cada una. Los pilotos solían componer y recitar un jisei no ku (辞世の句, 'jisei no ku'? poema compuesto cercano a la muerte), tradición que efectuaban los samurái antes de cometer seppuku. Los pilotos llevaban plegarias de su familia y se les concedían condecoraciones militares.

Nacimiento de la Unidad Especial

El 19 de octubre de 1944, el vicealmirante Takijirō Ōnishi, quien estaba al mando de la Primera Flota Aérea de la Armada Imperial Japonesa, arribó a Mabalacat, en la isla de Luzón, perteneciente a Filipinas, donde se encontró primeramente con el comandante Rikihei Inoguchi, oficial del Estado Mayor de la Primer Flotilla Aérea (parte de la Primer Flota Aeronoval Japonesa) y el comandante Asaiki Tamai, quien se encontraba al mando del Grupo Aéreo 201 y les solicitó una reunión oficial, en la cual también estuvieron presentes:

En esta reunión, el Vicealmirante Ōnishi les informó a los presentes que se había activado la Operación Sho un día atrás, por lo que sería necesario retrasar por lo menos una semana a la flota estadounidense con la finalidad de permitir el arribo de la Segunda Flota al mando del vicealmirante Kurita (el cual incluía los acorazados Musashi y Yamato) con la finalidad de hacer frente con todo el potencial armamentístico de Japón.

El vicealmirante Ōnishi hizo hincapié en que la única manera efectiva desde su punto de vista, de lograr este objetivo, era implementar un grupo especial de ataque suicida formados de cazas Zero cargados con bombas de 250 kilogramos. La reunión continuó hasta la madrugada del 20 de octubre donde fue formalizada la formación del grupo especial. El comandante Inoguchi propuso nombrar la unidad especial como Shinpū y el Vicealmirante Ōnishi ordenó que el nuevo Grupo Especial de Ataque Shinpū estuviera dividido en cuatro grupos:

Shikishima (nombre poético de Japón)

Yamato (antiguo nombre de Japón)

Asahi (sol de mañana)[28]

Yamazakura (sakura de montaña)

La fecha tentativa para el primer ataque fue fijada para el 25 de octubre y contaría con la participación de 26 aviones cazas (13 tokkōtai y 13 escoltas) comandados por el teniente Yukio Seki.

Operaciones de la Unidad Especial en Filipinas

Desde la mañana del 20 de octubre se realizaron rondas de reconocimiento con la finalidad de comenzar la operación de la recién formada Unidad Shinpū, pero debido al mal clima no fue posible visualizar la ubicación de la flota estadounidense.

Para el día 23 de octubre, submarinos de los Estados Unidos atacaron la avanzada de la flota del vicealmirante Kurita hundiendo los buques insignia Atago y Maya, además de que el crucero pesado Takao fue severamente averiado y dejado fuera de combate sin que pudieran hacerles frente.

El siguiente día, la flota estadounidense localizó y atacó la Segunda Flota de Kurita, donde fue hundido el superacorazado Musashi y dejado fuera de combate el crucero pesado Myoko. Pero la unidad Shinpū no pudo brindar ayuda debido al intenso fuego antiaéreo.

La flota del Almirante Shōji Nishimura fue atacada al amanecer del 25 de octubre en el estrecho de Suriago, siendo arrasada en pocos minutos. Los acorazados Yamashiro y Fuso fueron hundidos junto con tres destructores resultando el crucero Mogami averiado y fuera de combate. Unidades de ataque de los aliados regresaron más tarde y hundieron los cruceros Mogami y Abukuma.

La primera misión oficial exitosa se llevó a cabo finalmente en el trascurso de ese mismo día 25, cuando la Unidad Shikishima localizó a 50 kilómetros al noreste de la isla de Suluan un contingente estadounidense. Cinco tokkōtai y cuatro escoltas arribaron al lugar y el primer avión impactó contra un portaaviones, lo mismo que el segundo, por lo que el portaaviones se hundió. El tercer piloto impactó otro portaaviones y lo incendió, el cuarto piloto hizo blanco en un crucero liviano hundiéndolo, mientras que el quinto no pudo hacer contacto.

El día 26 de octubre se realizó el segundo ataque, ahora con la participación de la Unidad Yamato, la cual estaba formada por dos grupos: el primero compuesto de dos tokkōtai y una escolta, el segundo de tres tokkōtai y dos escoltas. La participación del primer grupo no pudo ser confirmada debido a que el encargado de entregar el reporte no regresó a la base, pero se sabe que el segundo grupo impactó un portaaviones aliado con dos aviadores y lo hundió, mientras que el tercero hizo impacto con otro, averiándolo.

Después del tremendo golpe que recibieron las fuerzas del vicealmirante Kurita y del almirante Nishimura, estaba claro que había fallado la Operación Sho, misma que había servido de pretexto para formar la Shinpū tokubetsu kōgeki tai (神風特別攻撃隊, «Unidad Especial de Ataque Shinpū»). Sin embargo, las operaciones de este tipo continuarían desde Filipinas hasta el mes de enero de 1945, cuando tropas Aliadas desembarcaron en Filipinas y se decidió instruir otra base en Formosa.

Desde el inicio de operaciones el 25 de octubre de 1944, hasta su salida de Filipinas en enero de 1945, este fue el resumen de los ataques:

Operaciones de la Unidad Especial en Okinawa

Desde comienzos de 1945, los dirigentes japoneses discutían cómo detener el implacable avance de los aliados. Después de la caída de Iwo Jima, la invasión y las hostilidades en tierras japonesas era cuestión de tiempo. El Cuartel General Imperial tenía previsto que las fuerzas de los Aliados desembarcaran en Okinawa, por lo que se hicieron preparativos defensivos desde enero de 1945. Con el enemigo pisando ya territorio nacional, las operaciones suicidas no sólo se incrementaron, sino que se coordinaron ataques conjuntos entre la flota aérea y la Armada por primera vez en toda la guerra. Este tipo de acciones conjuntas fueron conocidas como Kikusui, de las cuales se realizaron diez entre el 6 de abril y el 22 de junio de 1945, y de esta serie fue donde más barcos aliados resultaron dañados o hundidos.

La más representativa de estas misiones fue la que se ejecutó el 6 de abril, donde los barcos restantes de la otrora gloriosa Flota Imperial, en camino en la denominada Operación Ten-Gō, se unió a la Quinta Flota Aérea para hacer frente deliberadamente contra el ejército enemigo instalado ya en Okinawa. Alrededor del mediodía del día siguiente (7 de abril), 300 aviones de los aliados atacaron el remanente de la flota japonesa. Para las 15:00 horas, el acorazado Yamato, el crucero ligero Yahagi y los destructores Asashimo y Hamakaze estaban hundidos debido al intenso ataque. Además, otros dos destructores, el Isozake y el Kazumi fueron puestos fuera de combate y hundidos por los mismos japoneses, sin que pudieran hacer algún ataque significativo. Durante esta batalla, Japón perdió seis barcos de los tan sólo diez con que contaba para esta batalla. Además, al menos 2.500 hombres perdieron la vida.

Conjuntamente con las operaciones Kikusui, se desarrollaron sin mucho éxito otro tipo de artefactos suicidas y explosivos como el caso de los aviones cohete Yokosuka MXY-7 (llamados por los japoneses おうか Ōka u Ohka[48] (桜花, おうか Ōka u Ohka flor de cerezo) a las cuales los aliados llamaron despectivamente “bombas baka” (tontas)). Estas consistían en pequeños aparatos monoplaza de madera, cargados con 1.800 kilogramos de explosivos y propulsados por cohetes. El fracaso de este modelo radicó en que eran transportados por bombarderos sumamente lentos, los cuales en su gran mayoría fueron derribados mucho antes de llegar a su objetivo.

El 12 de abril se puso en marcha la operación Kikusui Número 2, integrada por ocho MXY-7, 80 aviones tokkōtai y más de 100 cazas de escolta. El plan consistió en arribar a Okinawa por distintas rutas para atacar desde varias direcciones. De las bombarderos cargados con MXY-7, 6 fueron derribados antes incluso de llegar al lugar.

De marzo a agosto de 1945, este es el resumen de los ataques:

Por lo menos 1.450 pilotos suicidas salieron de las bases japonesas, causando la baja de por lo menos 5.000 elementos de las tropas de los aliados, lo que representa las bajas más numerosas en las fuerzas estadounidenses en una sola batalla.

Último ataque

Después de los mortales bombardeos atómicos sobre Hiroshima (6 de agosto de 1945) y Nagasaki (9 de agosto de 1945) y la entrada de la Unión Soviética en la guerra, se llevaron a cabo una serie de reuniones en el alto mando para ofrecer la rendición incondicional de Japón. Algunos sugirieron la rendición desde el mismo día 9, pero algunos mantuvieron que debía de hacerse un último esfuerzo para obtener condiciones más favorables, por lo que la declaración de rendición no se hizo pública sino hasta el día 15 de agosto.

Ese día, en la madrugada, las tropas japonesas tenían conocimiento que Emperador Shōwa daría un informe público y ya se anticipaba que se trataba del anuncio oficial de la rendición del país. Sin embargo, el vicealmirante de la Quinta Flota Matome Ugaki convocó once bombarderos para efectuar el último ataque suicida contra la flota enemiga. Cuatro de estos aviones no pudieron despegar, mientras que los otros siete se lanzaron al ataque. A las 19:24 del 15 de agosto de 1945 tuvo lugar la última de estas embestidas.

Consecuencias

Suicidio del creador de la Unidad Especial de Ataque

El mismo 15 de agosto, fecha en que el Emperador transmitió un mensaje para hacer oficial la rendición incondicional de Japón, el vicealmirante Ōnishi sostuvo algunas reuniones oficiales en su cuartel. Entrada la noche, decidió cometer el suicidio ritual seppuku, hallándolo el personal de la base en la madrugada. Si bien Ōnishi hizo un corte limpio en la zona abdominal, falló en cortarse la garganta y se rehusó tanto a recibir auxilio médico como a recibir el "golpe de gracia". Después de más de 16 horas de agonía, murió a las 6 de la tarde del 16 de agosto de 1945. La nota final que escribió decía:

"Deseo expresar mi profundo aprecio a las almas de los valientes atacantes especiales. Ellos lucharon y murieron valerosamente, con fe en nuestra victoria final. En la muerte, quiero purgar la parte que me toca en el fracaso de no lograr esa victoria y pido disculpas a las almas de esos aviadores muertos y sus acongojadas familias.

Deseo que la gente joven de Japón encuentre en mi muerte una moraleja. Ser temerarios solamente favorecerá al enemigo. Deben inclinarse con la mayor perseverancia ante el espíritu de la decisión del Emperador[...] Ustedes son el tesoro de la nación. Con todo el fervor de espíritu de los atacantes especiales, luchen por el bienestar de Japón y por la paz en todo el mundo."

Además escribió un haiku para su amigo, Rin Masutani:

Cifras de los ataques

No hay un consenso en las cifras definitivas de barcos hundidos durante la Segunda Guerra Mundial a causa de impacto de pilotos tokkōtai, incluso algunos incluyen barcos hundidos debido a ataques kaiten (torpedos suicidas) por lo que las cifras van desde los 34 hasta los 57 barcos hundidos. Una de las listas más completas y documentadas la presenta el historiador estadounidense Bill Gordon, quien asegura que la cifra más exacta son 49 barcos hundidos en total. La lista de los barcos hundidos se enumera como sigue:

Entrenamiento y Tácticas

Entrenamiento

El programa que debían seguir los pilotos con base en Formosa es un buen ejemplo del entrenamiento que recibían los pilotos tokkōtai, el cual se dividía en breves y diversas fases. En primer lugar, el adiestramiento de los nuevos pilotos tenía una duración de siete días, dedicando las primeras dos jornadas únicamente al ejercicio de despegue. Este tipo de ejercicio cubría el período de tiempo que iba desde el momento en que se impartía la orden para una misión, hasta el momento en que los aparatos quedaban situados en formación de vuelo. Los dos días siguientes se dedicaban al vuelo en formación, mientras al mismo tiempo proseguían las prácticas de despegue. Los últimos tres días estaban dedicados, de manera especial, al estudio teórico y a los ejercicios prácticos de aproximación al objetivo y al ataque; entre tanto, continuaban también los ejercicios de despegue y de vuelo en formación. Si aún había tiempo, se repetía el proceso por segunda vez.

Tácticas de ataque

Para los cazas ligeros y rápidos, como los Zero (nombre en código para los aliados Zeke), y los bombarderos embarcados tipo Suisei (nombre en código Judy), se adoptaron dos métodos de aproximación con vista a los ataques especiales.[60]

La aproximación debía realizarse a la máxima o mínima altura posible. Aunque desde el punto de vista de la exactitud de la navegación y de la buena visibilidad, hubiera sido preferible una altura media, se prefería renunciar a estas ventajas en consideración a otros factores. En efecto, la altura preferida estaba comprendida entre los 5.500 y 6.500 metros de altura, y ello por varias razones:

Cuanto mayor es la altura, más difícil se hace la intercepción por parte del enemigo;

Había que tener en cuenta la maniobrabilidad de un avión cargado con una bomba de 250 kilogramos.

La máxima velocidad era alcanzada al entrar en contacto.

Obligaba a los artilleros a disparar a la máxima elevación dificultando el centrado.

El éxito era mayor cuando existía un cielo con bajo techo de nubes.

En lo que respecta a la aproximación a poca altura de los aparatos japoneses, volaban lo más cerca posible de la superficie del mar, de modo que se retrasara al máximo su localización por los radares aliados. En las postrimerías de 1944, se consideraba que el radar estadounidense tenía un alcance efectivo de 160 kilómetros a gran altura y de 30 a 50 kilómetros a baja altura. Este último era muy poco efectivo, debido a la barrera antiaérea que se establecía. Además, muchas aeronaves y pilotos eran derribados antes de llegar al objetivo.

En las ocasiones en que se disponía de muchas unidades de ataque, se aplicaban simultáneamente el método de aproximación a baja altura y el de alta cota, además desde varias rutas.

Para el ataque final suicida, los pilotos tenían un orden de prioridades. En los portaaviones, el mejor blanco era el elevador principal; seguían luego, en orden de preferencia, el elevador de popa o el de proa. En cuanto a los demás tipos de grandes unidades de guerra, el mejor blanco era la base del puente de mando. En los destructores y otros pequeños buques de guerra y de transporte, un impacto en un punto cualquiera, situado entre el puente de mando y el centro del navío, resultaba generalmente de gran eficacia.

Rikihei Inoguchi, explicaba que:

Kamikazes Japoneses escribió:

[...]de no haber sido por la falta del número necesario de aparatos, lo ideal hubiera sido enviar contra cada gran portaaviones cuatro aviones kamikaze: dos contra el elevador central y los otros dos contra los de popa y proa, respectivamente. Así, en teoría, dos o tres atacantes se consideraban el número ideal para un portaaviones de escolta.[...]pero lo cierto era que en la práctica los portaaviones estadounidenses eran demasiados, y nosotros disponíamos de muy pocos aparatos para realizar esta tarea. En consecuencia, para obtener al menos un golpe "centrado" y eficaz, contra cada portaaviones se enviaba a un solo aparato: un avión por cada buque de guerra.

Tácticas defensivas de los aliados

A comienzos de 1945, el comandante John Thach, quien ya era famoso por el desarrollo de tácticas en contra de ataques de aviones japoneses, desarrolló un estrategia en contra de los pilotos suicidas llamada "Gran Manta Azul". Esta maniobra contemplaba mantener todo el tiempo posible patrullas aéreas alrededor de la flota aliada; sin embargo, debido a que se detuvo la capacitación de nuevos pilotos, no había los elementos suficientes para mantener segura la flota y detener la amenaza japonesa.

Del mismo modo, Thach recomendó patrullas de combate aéreo con más elementos, ataques intensivos en contra de las bases japonesas aéreas, bombardeo de las pistas de aterrizaje con bombas de acción retardada para hacer más difíciles las reparaciones, y una avanzada de destructores y destructores escolta a por lo menos 80 kilómetros de la flota principal para poder recibir las señales de radar con anticipación. Además de que mejoró la coordinación entre las fuerzas aéreas de los portaaviones con el resto de la flota.

A finales de 1944, la flota británica del Pacífico utilizó sus aviones Supermarine Seafire a grandes alturas para tareas de patrullaje y combate aéreo. Estos aviones fueron utilizados frecuentemente para contraatacar los ataques suicidas japoneses durante y posterior a la batalla en Iwo Jima.

Conforme avanzó la guerra, las tropas aliadas comenzaron a acostumbrarse a la metodología de los ataques suicidas. Aunado al hecho que la poca o nula experiencia con que contaban los pilotos facilitaban la labor defensiva, ya que un piloto experimentado no tenía problemas en perseguir y derribar a uno novato. Se desarrollaron también otro tipo de tácticas, como el de disparar justo enfrente del avión rasante para crear una barrera de agua la cual hundía el avión enemigo.

Concepción de la sociedad japonesa actual

Las muestras de afecto y aprecio de la sociedad mostrada durante la Segunda Guerra Mundial, donde se repetían imágenes de gente despidiéndolos con sonrisas y flores, se disiparon al terminar la guerra. La imagen pública que se tenía de los pilotos tokkōtai así como de los integrantes de otras fuerzas de ataque suicida cambió radicalmente. Términos despectivos como "los degenerados de la Unidad de Ataque Especial" y "aquellos fanáticos ex-miembros de la Unidad de Ataque Especial" se hicieron recurrentes.

Desde el final de la ocupación estadounidense a Japón en 1952 a la fecha, estos pilotos han ido recobrando gradualmente su estatus de "héroes históricos" que gozaron durante finales de la Segunda Guerra.

A lo largo de los últimos años, se han erigido diversos museos dedicados exclusivamente a este tema, en los que se presentan fotografías, testimonios, aviones restaurados y otras armas utilizadas durante la guerra. Uno de los principales museos existentes de este tema es el Museo de la Paz Chiran, el cual se inauguró en 1975 en una antigua base de operaciones aéreas localizada en la Prefectura de Kagoshima. El museo recibe más de 500.000 visitas al año y es considerado como uno de los factores que han hecho cambiar la concepción que la sociedad japonesa tenía de las unidades de ataque suicidas.

Junto con los museos, diversos monumentos a lo largo del país se han erigido en honor de los "pilotos caídos", ya sea en forma de lápidas de piedra, torres, figuras humanas o en forma de estatuas budistas de Kannon.

¿Por que los pilotos japoneses llevaban casco?

Hay cuestiones que pocas personas se han planteado pero que, cuando lo hicieron, no supieron darle la respuesta correcta, hoy quiero hacer referencia a un hecho muy interesante: el casco de piloto que llevaban los kamikazes japoneses. En principio, todos conocemos lo que es un kamikaze: es una expresión japonesa que está completamente impregnada con la cultura e historia japonesa, ya que resulta de una mezcla del honor, valor y el seguir hasta la muerte sus órdenes con una lealtad que no se comprende demasiado en occidente.

Así, estos leales hombres eran seleccionados para servir a la causa en forma de kamikaze, que lo que venía a significar es que le daban un billete de ida en un avión, pero no de vuelta. Debían alcanzar el objetivo enemigo costase lo que costase, y a veces la mejor forma era utilizando el propio avión como misil.

Pues bien, si un kamikaze iba a estrujarse contra el casco de algún barco o con la fachada de un edificio… ¿para qué quería un casco? La respuesta es muy sencilla, aunque implica varias razones. En primer lugar, hay que señalar que la Segunda Guerra Mundial todavía guardaba algunas reminiscencias que se utilizaron en la Primera, y una de ellas era el uso de cascos de tela y/o cuero. Estos gorros se utilizaban porque en la época dorada de la aviación, en la mayoría de las aeronaves, el piloto iba a pecho descubierto, otorgándoles cierta protección al frío y viento. Además, algunos pilotos de la Segunda Guerra Mundial tenían al costumbre de despegar, aterrizar o, incluso, volar con la cúpula de la cabina abierta, con lo que el uso de estos gorros eran de vital importancia para evitar congelación. Pero aparte de esto, en dichos “pre-cascos” se instalaban el equipo de radio, con lo que servían de herramienta ineludible de comunicación (por muy kamikaze que seas, si tienes que hablar por radio, lo mejor es que te pongas el casco…).

Con el tiempo, estos gorros fueron sustituidos por cascos de metal, plástico y otros materiales, que servían de protección a los golpes que los pilotos podían recibir de loa propios movimientos dentro de la cabina. Imaginemos un kamikaze que se da un golpe antes de llegar al objetivo y se desmaya, dejando el avión sin control… sería inútil un misil así que sólo sirviera para hacer boquetes en el campo ¿no?

Así que, en definitiva, cualquier piloto kamikaze que se precie debe llevar su casco reglamentario, porque no es ninguna deshonra protegerse durante el vuelo, ya que una vez dado el golpe, de poco servirá una fina lámina de metal si recibimos un impacto de esa magnitud…

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