martes, 12 de abril de 2011


Voto a voto


ELECCIONES DEL AYER

Fuente El Comercio

Un repaso por las elecciones más apretadas de nuestra historia: ayer como hoy también se vivieron horas de tensión, expectativa y triunfo.
Por: Jorge Paredes
Domingo 10 de Abril del 2011
 
La historia electoral peruana es de larga data. La primera vez que los peruanos fueron a votar fue en 1809 (a fines del Virreinato), cuando en España se convocó a una asamblea constituyente –las Cortes de Cádiz– debido al vacío de poder generado por la abdicación del rey Carlos IV y de su hijo Fernando VII, preso por las tropas napoleónicas. En Lima se convocó a elecciones para elegir a los diputados que nos representarían en dichas cortes y la élite criolla acudió a votar en parroquias y cabildos.

La importancia de estas elecciones primigenias es que sirvieron de modelo para la mayoría de comicios desarrollados a lo largo del siglo XIX, después de la Independencia. Contra lo que se supone, no fueron pocos, y algunos fueron masivos. Eran mayormente elecciones indirectas: se elegían electores que decidían luego la conformación del Congreso, el cual elegía a su vez al presidente.

Los votos no eran secretos y se cantaban a viva voz, lo que generaba trifulcas y actos vandálicos. La elección más reñida fue la de 1871, que llevó al poder a Manuel Pardo, el primer presidente civil elegido en el Perú. El proceso duró dos años, entre 1870 y 1871, y en Lima se vivió el clima electoral. Pardo cuenta en una carta que en un mitin reunió a 10.500 personas en una ciudad que no tenía más de 80.000 habitantes. Exagerado o no, fue, según Basadre, el primer candidato que se atrevió a visitar una zona popular de Lima, la calle Malambo, conocida por su alta peligrosidad. Ahí una mujer afrodescendiente lo abrazó y lo besó en la boca, gritando alborozada: “Vengan a ver a mi niño Manuel”.

Encuentro de masas
Existe consenso entre los historiadores en que la primera elección moderna en el Perú, con la presencia de un Jurado Electoral y un universo amplio de votantes (varones alfabetos y mayores de 21 años), fue la de 1931. El oncenio de Leguía había llegado a su fin y los candidatos presidenciales eran cuatro, pero solo dos concentraban las preferencias: Luis Sánchez Cerro, de la Unión Revolucionaria, quien venía de protagonizar un levantamiento en el sur contra Leguía y de presidir una junta de gobierno; y Víctor Raúl Haya de la Torre, un político llegado de un exilio europeo y líder del Apra, partido que representaba a las masas trabajadoras y sectores de clase media. Sin embargo, el discurso radical de Haya causaba temor en vastos sectores sociales. “Si bien sus repetidos ataques a las clases altas eran solo retóricos, asustaron tremendamente a los grupos conservadores y, por qué no, a muchos artesanos y gente de clase media temerosa de perder sus pequeñas propiedades”, dice el historiador Juan Luis Orrego.

En la época no había encuestas, por lo que la popularidad se medía en las plazas. Haya cerró su campaña el 23 de agosto de 1931 en la Plaza de Acho de Lima, ante una multitud de trabajadores. Los apristas estaban seguros del triunfo, pero la victoria fue de Sánchez Cerro por 46.000 votos. Haya no reconoció su derrota, denunció fraude electoral y sus partidarios lo declararon “presidente moral del Perú”. Según Juan Luis Orrego, ese “fue el inicio del odio aprista hacia Sánchez Cerro y de la violencia que se desató en el país y que tuvo sus puntos más álgidos en 1932 con la revolución aprista de Trujillo y en 1933 con el asesinato de Sánchez Cerro”.

Empate técnico
Hasta ahora, la elección más ajustada de nuestra historia ha sido la de 1962. Otra vez Haya y el Apra estaban en el escenario político, gracias al apoyo aprista al segundo gobierno de Manuel Prado (1956-1962), que había devuelto a la legalidad al llamado partido del pueblo. Haya participaba en unas elecciones después de treinta años.

Se presentaron siete candidatos, pero los más fuertes eran tres: Haya, por la Alianza Democrática (coalición del Apra y del oficialista Movimiento Democrático Peruano); Fernando Belaunde, un arquitecto que gozaba de gran simpatía, por Acción Popular; y Manuel Odría, quien volvía a tentar la presidencia con gran aceptación en los barrios pobres de Lima. Los resultados fueron ajustados. Haya obtuvo 557.047 votos (32,97%); Belaunde, 554.180 votos (32,13 ); Odría, 480.798 votos (28,4). Ninguno obtuvo el tercio de los votos que exigía la Constitución para llegar a Palacio, por lo que el Congreso debía decidir quién sería presidente.

Lo que vino después fueron pactos fallidos, denuncias de fraude y de un supuesto veto de las Fuerzas Armadas a Haya.

El 16 de julio circuló la noticia de que Haya había aceptado declinar su candidatura y apoyar en el Congreso la elección de Odría, cerrándole el paso a Belaunde. En medio del clima de tensión, las Fuerzas Armadas decidieron deponer al aún presidente Prado e instaurar una Junta de Gobierno que convocaba nuevas elecciones para el año siguiente. En 1963 Belaunde ganó con el 39,5% de los votos frente a Haya, que logró el 34,8%, y Odría, el 25,5%. Las elecciones de 1962 fueron el primer ‘empate técnico’ de nuestra historia, resuelto a la manera de la época (con golpe incluido) en una especie de segunda vuelta un año después. Hoy la historia comenzará a escribirse de nuevo.

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