martes, 9 de octubre de 2012


El Indomable César 'Loco´ Ureta

09 de octubre de 2012
Fuente El Comercio


Se maquillaba solo y tenía en su ropero disfraces de personajes a quienes les daba un aire de candorosa locura en sus parodias. César Ureta de las Casas, mejor dicho, César “El Loco” Ureta (1945-1982) era un auténtico histrión, un malabarista del gesto, un maratonista de la voz. Huellas Digitales recuerda su trayectoria a 30 años de su muerte.
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Imitaba con regusto expresionista a personajes marginales, seres monstruosos, figuras de terror como el ‘Hombre lobo’ o la ‘Momia’, pero también a divas de la nueva ola italiana.
Ureta provenía de una familia de artistas, primos suyos fueron las hermanas Gloria María y Liz Ureta Travesí, Regina Alcover y Fernando Larrañaga. Pero no solo actuaba, también era un aficionado al dibujo, las caricaturas, las tiras cómicas y la fotografía.

Con los años debió acostumbrarse a que en la calle desconocidos le gritaran ‘¡loco!’ y algunos amigos ‘Locureta’. Una sonrisa lo libraba del cargamontón público. No tuvo hijos, pero estuvo casado con Palmira Da Silva, una mujer de Iquitos, quien lo acompañó hasta sus últimos días.
La década prodigiosa
El querido ‘Loco’ inició su carrera a mediados de los años 60, presentándose en los cines barrio de Breña, donde vivía. Trabajó luego en radio La Crónica, en el programa ‘Loquibambia’ donde conoció a Tulio Loza, Piero Solari, Alex Valle, Felipe Sanguinetti y Guillermo Rossini.
El mundo de la actuación cómica era su vida, y la televisión le abriría sus puertas. En ella se empeñó en parodiar a las cantantes famosas de esos años, nada menos que a las ganadoras del festival de San Remo, Rita Pavone y Gigliola Cinquetti.
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A fines de 1969 participó en el programa ‘Teleloquilandia” del Canal 4, donde destacó su recordado aullido, “¡Aúa, aúa, tutú, tutú, buenas noches los pastores, brrrrr!”; pijama a rayas, ojos desorbitados y bacinica en la cabeza eran suficientes para desternillar de risa a la audiencia de esos años.
Los años 70
Para muchos críticos, la década de 1970 trajo una televisión local de humor enmarcada en una ‘estética de la fealdad’. Los cómicos jugaban con su físico y con disfraces recargados o llamativos. Ureta experimentó conscientemente hasta los límites de ese recurso histriónico.
La historia dice que el cómico se preparó en las aulas de Histrión, y que si bien había pasado por el programa El tornillo (1968-1976), y otros más como ‘La tuerca’ y ‘La matraca’, fue en ‘Estrafalario’, que se trasmitió en el Canal 7 desde mayo de 1976, el que marcó su carrera artística. Allí Ureta, que confeccionaba su propio vestuario, hizo realmente célebre su imitación de Rita Pavone.
Era un camaleón de la parodia, del sketch breve, por eso en 1979, en el apogeo de ‘Estrafalario’, Ureta halló su mejor momento y en algunas entrevistas decía que se sentía “una persona feliz”. De hecho, sus imitaciones lo volvieron muy popular y querido.
Una repentina despedida
En enero de 1980 acabó ‘Estrafalario’, y casi todo el elenco pasó al nuevo engreído del humor televisivo: ‘Risas y salsa’ en Canal 5. Desde el 4 de octubre de ese año el programa, con el argentino Aldo Vega en los libretos, se trasmitiría a las 8 de la noche.
Ureta participaba entonces en los primeros programas del recordado ‘Show de Rulito y Sonia’ (1981-1982), al lado de su prima Sonia Oquendo, pero migró rápidamente a ‘Risas y salsa’, donde volvió a su Rita Pavone, y a regalarnos también al maestro del mambo, Dámaso Pérez Prado, a quien imitaba con estilo propio.
También hizo infaltables a sus queridos monstruos ‘Frankenstein’ y el sketch de ‘El loco’, en el que asumía a un personaje esperpéntico, que no era más que una creativa parodia fonomímica del tema ‘El loco’, interpretaba por el cantante y guitarrista español Luisito Rey.
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El sábado 9 de octubre de 1982 César Ureta murió de un paro cardiaco cuando era intervenido en el Hospital Naval de una apendicitis aguda, la cual le sobrevino cuando trabajaba en el Callao con ‘La Peña Ferrando’ (1967-1982). El mito dice que había almorzado un ceviche en mal estado en Breña, y que ello agudizó su mal. Terminó su vida a los 37 años de edad.
En el cementerio El Ángel fue sepultado ante una multitud que lo admiraba. Había marcado a toda una generación y, aunque desapareció en 1982, perteneció como actor a los años 70, a esa gris y dictatorial década, pero que encontró en cómicos como él la catarsis que necesitaba.
(Carlos Batalla)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio

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