martes, 6 de octubre de 2009


Estampas Inolvidables de la Televisión

18 de septiembre, 2009
Irma Carolina Valadez Calderón
Extraído de Etcétera.com.mx
Estampas inolvidables de la televisión

Cualquier historia comprende momentos emblemáticos, y la televisión tiene los suyos. Este somero recuento de los diez más relevantes en la historia de ese dispositivo es, al mismo tiempo, un conjunto de circunstancias sin las que no se puede explicar al hombre moderno porque se trata, en el fondo de todo esto, de sus hechuras llevadas a la pantalla.

De la idea a la sala
El primer momento estelar de la televisión es, precisamente, la idea de trasmitir imágenes a distancia. Los experimentos ocurrieron a fines del siglo XIX en Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, pero cobraron nitidez en las dos primeras décadas de la centuria siguiente, con la televisión mecánica –las pruebas iniciales fueron en la BBC de Londres hace 80 años– y luego la electrónica que, por su mayor calidad de imagen debido a su tubo de rayos catódicos se impondría en el mercado a partir de los años treinta del siglo pasado.

En blanco y negro
Ya se sabe: la expansión del televisor fue limitada por la II Guerra Mundial, pero eso no impidió que antes asistiéramos a la segunda de sus circunstancias relevantes en orden cronológico: los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 que mostraron su potencial abarcador y su carácter seductor, más aún en este caso, al tratarse de una gesta como ésta; la propaganda inherente a las fastuosas escenas del nazismo fue hecha para la pantalla aunque la pretensión de exhibir la superioridad de la raza aria salto en pedazos luego del récord mundial obtenido por un hombre negro, Jesse Owens, en los cien metros planos, además de la otra medalla de oro obtenida por él en los 200 metros planos.



El mundo unido por un balón
El tercer momento también es deportivo y sucedió en 1958 con la Copa de Futbol de Suecia, el primer mundial de la especialidad trasmitido por televisión y que vio brillar a un joven de 17 años apodado Pelé, el mejor jugador de todos los tiempos, quien llevó al campeonato a la escuadra brasileña en una final estrujante contra el equipo anfitrión. O sea, el “juego bonito” del conjunto verde amarillo no deslució ni aunque su talento desparramado en la cancha fuera visto en blanco y negro ni a pesar de que los partidos fueran registrados como un testimonio de lo que ya había pasado (aunque debamos admitir que su brillo fue mucho mayor cuando el talento se refrendó a colores en el mundial de 1970, con la consecución del tetracampeonato del mundo que presenciamos en vivo y en directo).



Lo que se ve sí se juzga
Pero la virtud de la televisión como estimulante de emociones y de actitudes abarcaría otras esferas. Entre ellas, la más relevante se sitúa en la política. En 1952, en Estados Unidos, surgieron los primeros anuncios de propaganda, pero es el 26 de septiembre de 1960 donde datamos el cuarto momento importante en la historia del aparato, con el debate entre Richard Nixon y John F. Kennedy. Los trabajos demoscópicos hechos en ese año arrojaron una importante ventaja para Nixon entre los radioescuchas, pero fue apabullante el triunfo del senador entre los 70 millones de televidentes. Las apariencias, sin duda, fueron decisivas y por eso, tal evento marcó las formas de persuasión modernas.



Todo lo que necesitas es una tele
La primer actuación televisada de Los Beatles fue en Manchester, el 17 de octubre de 1962. El dato no es menor pues, como dijo Paul McCartney, eso catapultó la fama de la banda a tal punto que ahí podríamos signar el surgimiento de la llamada Beatlemanía. Sin embargo, para la quinta circunstancia emblemática de la televisión nos quedamos con Our World, el primer programa retransmitido por televisión vía satélite para todo el mundo, en donde se ve y oye All you need is love, desde los estudios Abbey Road.

De otros impactos visuales
Un año y cuatro meses después Los Beatles llegan a Estados Unidos por primera ocasión al Aeropuerto Internacional John F. Kennedy, recién nombrado así en memoria del presidente asesinado el 22 de noviembre de 1964 por Lee Harvey Oswald (quien no fue juzgado porque un par de días después Jack Ruby le disparó y lo mató). Y es aquí donde hallamos el sexto momento inolvidable de la televisión. Pese a que el homicidio fue captado en formato para película por Abraham Zapruder, no podemos dejar de considerar la cobertura y el impacto visual, y por ende emocional, que suscita su difusión a través de la pantalla televisiva. Nada más y nada menos que a la vista de todos, con el drama inenarrable que eso conlleva, se encuentra el asesinato del Presidente de la nación más poderosa del mundo.



Un gran paso para el televisor
Entonces faltaba poco para que la fama de la televisión se ubicara en la Luna y cubriera cualquier paso importante de la humanidad. Literalmente. Por eso la séptima efeméride de este recuento se ubica en la retransmisión televisiva de la misiónde la nave Apolo 11 tripulada por Edwin E. Aldrin, Michael Collins y Neil Armstrong. Han transcurrido poco más de 40 años después de aquel 20 de julio, cuando el hombre pisó por vez primera nuestro mítico satélite, y las imagénes y el sonido todavíaprovocan el asombro del televidente. La hazaña debió verse para creerse y Estados Unidos lo tuvo muy claro: había que mostrar el poderío que eso implicaba y para ello usó a la televisión. Las imágenes, aunque borrosas y en blanco y negro, y la frase “un pequeño salto para el hombre; un gran paso para la humanidad”, quedaron guardadas en la memoria de por lo menos mil millones de televidentes.



El asunto es que a partir de ese hito histórico quedó claro el poder de la televisión y su oferta seductora: cualquier persona, desde cualquier rincón de la Tierra, podía atestiguar cualquier acontecimiento.

Un ladrillo menos en la pantalla
Cada quien tiene su lista de las estampas estelares de la televisión. En la mesa de redacción de esta revista consideramos que el octavo pasajero de la travesía se halla en la caída del Muro de Berlín porque ese acto simbólico es uno de los más conspicuos acerca del valor de la democracia que se extendía por el mundo entero y que implicó la dilución del autoritarismo oriental afianzado en los ideales socialistas. La historia moderna del hombre no se explica sin esa valla, representativa del reparto de la Tierra en aquel entonces y, en consecuencia, no se entiende su derribamiento sin el ímpetu mundial por acceder al sistema democrático.

El 9 de noviembre de hace veinte años hubo una fiesta en toda la Tierra. Los hombres se abrazaban entre sí, lloraban y reían, corrieron las cervezas a la cuenta de nadie. Cantaban y bailaban y no dejaban de pegarle al muro con cualquier cosa. Las crónicas de la radio son conmovedoras, el registro de los diarios también y qué decir de las imágenes del virtuoso del violoncello, Mstislav Rostropóvich, que con su música alentaba a los demolientes. Sin duda, el registro de la televisión hizo visible y la materializó en sentimientos, la idea abstracta que implicaba un nuevo desafío de la humanidad como es construir un mundo sin barreras autoritarias.

La fiesta se prolongó tanto que casi un año después, el 21 de julio de 1990, en la Postdamer Platz, hubo el concierto The Wall Live, promovido por Roger Waters para conmemorar la caída del muro. En ese acto participaron estrellas de rock como Ute Lemper, Cyndi Lauper y Bryan Adams, entre otros, y tuvo una audiencia de 500 millones de televidentes.



Infierno en las torres
Hay escenas que nunca se diluirán en la memoria del hombre, más aún cuando se trata de iconos derrumbados. Y quien esté libre de curiosidad que lance el primer comentario que desdeñe el espectáculo de la novena circunstancia de este recuento, a la que el mundo asistió el 11 de septiembre de 2001 y con la que presenció el acto terrorista más impactante de la historia porque sucedió en Nueva York, es decir, en el país más poderoso del mundo y porque las imagenes, en sí mismas, son prácticamente ineludibles al enfoque visual.

En el principio fueron las escenas grabadas del primer impacto de un avión en contra de una delas torres gemelas y su permanente trasmisión. El desastre sobrevino después y el mundo conoció en vivo y directo el ataque contra el otro coloso de concreto. Ante nuestros ojos cae al piso un rascacielos, y luego el otro. La memoria de ese registro anota la hora y los minutos en que todo eso ocurre, las fotografías captan el desastre y las crónicas periodísticas dan cuenta de la dimensión del atentado. Pero es en la televisión donde se manifiesta la contundencia y el dramatismo con el que se hace presente el terrorismo. 70 millones de televidentes observan la vulnerabilidad de Estados Unidos como resultado de una estrategia también mediatica de Al Qaeda.



Apantallados
Qué difícil ceñirse al recuento que, implacable, exige el editor de no más de diez situaciones fundamentales en la historia de la televisión. Los funerales del Papa son una opción aunque cómo argumentar el hacer a un lado la muerte de Michael Jackson o, antes, la de Lady Diana, así es que Karol Wojtyla queda como alternativa para el propio Israel Piña en su recuento circunscrito a nuestro país, en donde indudablemente tuvo una enorme cobertura mediática tanto cuando piso tierras mexicanas como cuando ascendió a espacios siderales.

Otra alternativa es la Guerra del Golfo, no obstante, lo que en realidad vimos entre 1990 y 1991 fue una puesta en escena de puntitos multicolores llamada censura. Y si el enfoque tuviera que ser multicromático estaría mejor el festejo mundial que dio la bienvenida a este siglo con el arribo del mítico año 2000, y que fue trasmitido en vivo, en directo y a todo color, en todas las capitales relevantes del globo. Como ya atestiguó el lector, si de jolgorio se trata preferimos el que provocó la caída del Muro de Berlín. (No siempre es vergonzozo ser políticamente correctos.) Dentro de la baraja de la elección, finalmente, se halló la más reciente edición del Super Bowl. Pese al enorme alcance de ese suceso deportivo, la descartamos a cambio de las otras gestas reseñadas líneas atrás.

Impregnado todo este recuento del vaho de la arbitrariedad, dejamos que el lector elija el décimomomento estelar de la televisión.

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