viernes, 16 de octubre de 2009


Por Qué No Votar por Fujimori / Elecciones de 1995

N.R
Hasta el último momento, los sectores democráticos, más esclarecidos de las intenciones de Fujimori y Montesinos de perpetuar su mafia corrupta y criminal como sistema de gobierno, dedicaron decenas de llamados para evitar lo que muchosos preveían. Una gran mayoría de peruanos cayeron en la trampa tendida por la organización mafiosa esquistada en el poder con un bien elaborado plan para dilapidar las esperanzas democráticas y hacer prevalecer el miedo a un rebrote violentista y a un consiguiente caos económico.

Para ello, utilizaron complejos métodos de guerra psicologica, infundiendo el miedo a un cambio democrático y utilizaron, una vez más, a las grandes mayorías poco informadas para consumar los planes de Fujimori y un grueso sector de las FF.AA, manipuladas (chantajeadas, diriamos) por un todopoderoso Montesinos.

Después de 1995, el rostro de la dictadura se conoció en toda su dimención, pero ya era muy tarde para frenar la maquinaria de corrupción y de terror que impusieron los siameses del crimen.

Respuestas a las perplejidades de elector debutativo

Por GUSTAVO GORRITI ELLENBOGEN



Estas líneas van dirigidas a aquellos compatriotas que no hayan decidido totalmente su voto; y en especial a aquellos que, deplorando la vocación autoritaria del fujimorismo, teman la inestabilidad.

Voy a abogar en esta oportunidad directa y abiertamente por lo siguiente: que ninguna razón legítima justifica votar por Fujimori; y que el voto por la oposición significa mucho más que el señalamiento de la preferencia por un candidato: es la defensa y afirmación del sistema democrático.

Mucho es lo que se juega en la elección del 9 de abril, ciertamente más que el gobierno de la nación durante los próximos cinco años. Para ayudar a que la mejor razón decida, paso al examen sumario de la lista de méritos supuestos (que aconsejarían votar por Fujimori), y de deméritos ciertos (que imponen votar por la oposición democrática).

Hay un porcentaje importante de ciudadanos que sin simpatizar por Fujimori, lo cree un mal necesario. Le atribuyen (o aceptan el argumento de otros, más bien) dos méritos principales: haber parado la inflación y desbaratado a Sendero. Si retorna la democracia, teme este grupo, podría volver la inflación; fortalecerse Sendero Luminoso.

Los temores son legítimos: nadie nos tiene que convencer ahora que la inflación roba el producto de nuestro trabajo, y que la violencia envilece primero y arrebata después la vida. Pero el razonamiento en sí es incorrecto. Veamos:

¿Era necesario un Fujimori y su golpe de Estado para vencer la inflación? Por supuesto que no. A estas alturas, las medidas necesarias para enfrentarla no son un secreto para nadie. A lo largo y lo ancho de América Latina, gobierno tras gobierno le ha torcido el pescuezo a diversos procesos inflacionarios dentro de regímenes democráticos. Hasta Bolivia, otrora símbolo mundial de inestabilidad política logró un control pionero de la inflación sin interrumpir un proceso de creciente democratización.

La diferencia estriba en el costo humano (también le dicen social) que ha habido que sufrir durante la parte inevitable del ajuste. Y existe acuerdo entre casi todos los expertos serios en el tema, que el costo humano en el Perú ha sido uno de los más altos en el Hemisferio. ¿Por qué? Porque no fue hecho con pericia sino a la bruta. Los resultados conseguidos hubieran podido lograrse, en suma, a un precio mucho menor. ¿Y acaso retornaría la inflación si sale electo un candidato de la oposición democrática? Veamos a quien tiene hasta ahora mejores posibilidades, a Javier Pérez de Cuéllar. No sólo tiene mejores técnicos ya ahora (sin contar a los que se subirían después a la volada), sino que su excepcional acceso a los organismos financieros internacionales virtualmente garantiza un trato exponencialmente mejor que el actual para nuestro país, tanto en la deuda como en el apoyo financiero al desarrollo. Eso, en términos concretos, significa mantener la estabilidad con mucho menor costo humano.

¿Fue necesario el golpe de Estado, o siquiera un Fujimori, para voltear el curso de la guerra con Sendero? Este es uno de los campos en los que más se ha traficado con la verdad, donde con más ahínco la maquinaria de propaganda del fujimorismo ha intentando reescribir la historia.

Recordemos el curso de la guerra entre 1990 y 1992, y sobre todo entre el 5 de abril y el 12 de setiembre de 1992. En esos meses Fujimori jugó sus cartas, y perdió. ¿Se recuerda los coches-bomba, los paros armados en Lima mientras el Ejército se acuartelaba, La Cantuta, la sensación de miedo y desesperanza?
El 12 de setiembre cambió todo, con la captura de Guzmán. La hizo el GEIN de la Dincote, ese grupo de magníficos policías que se organizó cuando Agustín Mantilla era ministro del Interior, y que agarró la primera huella de Guzmán ya en junio de 1990. Desde su fundación, el GEIN se consagró a actuar en "defensa de la vida, la libertad y la democracia", contraponiendo exitosamente esos valores a la ideología senderista.

Mientras el SIN de Montesinos prohijaba al escuadrón Colina, el GEIN (que logró mantener lo más lejos posible al SIN) desbarató la dirección senderista y luego arrestó a Guzmán sin causar ni sufrir ni un muerto, ni un herido, en dos años y medio de operaciones. ¿Cómo les pagaron el delito de haber vencido con limpieza? Deshicieron el GEIN, hostigaron a sus jefes y, lo que es peor, trataron de falsificar la historia. Si hay alguna recomposición de Sendero, como dice Fujimori, ya se sabe a quién agradecer.

Alguien me dijo hace pocas semanas, que en el Perú no hay generales, sino coroneles de la pacificación. Las cosas son más complejas. Pero cuando la nación reconozca el esfuerzo hazañoso de los héroes de la guerra interna, se escuchará nombres medio olvidados junto a otros conocidos. El coronel Benedicto Jiménez, los mandos talentosos y los integrantes abnegados del GEIN estarán, sin duda, en primera fila. El general Antonio Ketín Vidal, que desde la Dincote apoyó la labor del GEIN y extendió su ejemplo, deberá ser también reconocido. Al lado de ellos, los dirigentes populares, las María Elena Moyano y los Ananías Sumari, que en campo y ciudad pagaron un precio tan alto en sangre. Y también varios oficiales de las Fuerzas Armadas, aquellos que respetando a su pueblo aprendieron a defenderlo sin dañarlo.

¿Se encontrará ahí a Montesinos, o a Fujimori? Por favor. Al margen de algunas decisiones correctas de Fujimori (armar a las rondas, por ejemplo), el mérito mayor de ambos es el aprovechamiento parásito de la lucha victoriosa de la sociedad peruana y de los mejores elementos de sus instituciones.

Entonces, ¿quién da mejores garantías de mantener y mejorar el proceso de pacificación? Pongámoslo así: si Fujimori gana, los héroes policiales de la lucha contra Sendero van a ser hechos chichirimico; si gana la oposición democrática, van a ser reconocidos y utilizados. O de otra manera: si Fujimori gana, Montesinos continuará manejando el aparato de seguridad (con más fuerza, mayor impunidad). Si Pérez de Cuéllar gana, el general Vidal va a ser ministro del Interior. Usted escoja...

Hasta ahora hemos visto los supuestos méritos, las razones por las que, aún a disgusto, habría que votar por Fujimori. Ya vemos que no las hay. Examinemos ahora las razones que demandan votar contra Fujimori. (Y sólo, por limitaciones inapelables de espacio, las principales).

La guerra con el Ecuador. Las guerras tienen una propiedad: resaltan las virtudes y los defectos de los gobiernos contendientes. Y mírese aquí: luego que la incompetente diplomacia fujimorista (recuérdese la purga previa en Torre Tagle) nos colocó en situación de desventaja desde 1991, se derivó bruscamente en el conflicto armado. Se entró en él con lo que obviamente fue pésima inteligencia (¿Y el SIN y su superespía?), reflejada en el planeamiento inadecuado de operaciones, hasta terminar combatiendo en el teatro definido y preparado por el Ecuador. Entre tanto, fiel a sus reflejos Fujimori mintió con lo de Tihuinza, dándole una fácil victoria moral al Ecuador.

En una guerra puede haber contrastes. Pero los cometidos por incompetencia, irresponsabilidad y falta de escrúpulos, son inexcusables. Y si la guerra no nos da lecciones, no esperemos aprenderlas en la paz.

La corrupción. Olvidemos, por un momento, los testimonios de Susana Higuchi. No tratemos de adivinar por qué 'El Vaticano' fue silenciado en la reserva total de la justicia militar, cuando esos incómodos colombianos lo arrestaron y extraditaron inesperadamente. Leamos solamente los testimonios sobre corrupción militar vinculada al narcotráfico que hicieron oficiales como los mayores Castillo y Valdivieso, el capitán Falconí. Y veamos lo que pasó con los acusadores (vidas amenazadas, carreras destruidas) y los acusados (en el poder) para saber cuál es el tejido de complicidades en el que se sustenta este gobierno.
No debería sorprender. La trayectoria de Montesinos hubiera sido razón más que suficiente para que un gobernante honesto jamás lo empleara. Sin embargo, Fujimori le dio un poder crucial, decisivo. ¿Por Sendero? ¿Por Ecuador? Ya vimos su desempeño en ambos casos. No. Fue para lograr el poder sin trabas. Y hacer impune la corrupción.

El Estado y la sociedad al servicio del poder. No necesita explicación.

La traición a la Constitución jurada, el golpe de Estado, el derrocamiento de la democracia.

El culto de la mentira. Desde los impuestos por transacciones inmobiliarias hasta lo de Tihuinza, se mintió con la facilidad con que otros respiran. No sé de ningún otro inquilino de esa manzana de la Plaza de Armas que, ni de lejos, haya mentido tanto.

El poder sin responsabilidad. Santiago Fujimori y Vladimiro Montesinos, por ejemplo. Ambos sin cargo oficial, pero más poderosos individualmente que todos los primeros ministros juntos de este régimen.
El proyecto dictatorial. La razón del golpe del 5 de abril de 1992 fue para establecer una dictadura de largo plazo. Si tuvieron que recular luego fue por haber calculado mal la reacción y la posterior presión internacional. Sin embargo, no se cometa la ingenuidad de pensar que van a abandonar deportivamente el poder si pierden.

Hay, finalmente, una razón trascendente, que creo es la que más significa en el largo plazo:

Toda nación importante se ha cimentado espiritualmente en la consagración a ideas fundacionales. Ese ideal es la visión de propósito permanente y de destino común; y es lo que hace que una nación sea mucho más que una agregación de personas en un territorio determinado.

A la vez, toda nación confronta también sus demonios, el lado oscuro de su virtud, la expresión degenerada de su fuerza.

El cimiento espiritual de nuestro país es la consagración a la idea de libertad. Esa idea está en todo lo que nos define como nación. Su meta es construir una sociedad de hombres y mujeres libres, de vocación mestiza, enriquecidos por los matices raciales y regionales, esforzada y tolerante.

Su lado oscuro es la muy adaptable herencia virreinal, que ha sobrevivido bajo encarnaciones a veces sorprendentes. Desde Areche hasta el último dictadorzuelo, el espíritu es el mismo: dominar disminuyendo, no crear sino sustraer.

Pese al esfuerzo y la pasión de los creadores de nuestra patria, la libertad y la democracia han existido por excepción en nuestra historia. El último en traicionarla ha sido Fujimori.

Ahora, de algunos millones de decisiones individuales, entre las cuales las del lector, dependerá el rostro con el que el país entra al siglo XXI y delinea su destino. La historia enseña que los dictadores refrendados por elecciones no se ablandan sino, por lo contrario, se endurecen mucho. La historia de nuestro país enseña que los dictadores longevos acaban mal, pero que dejan al país peor. Hendido en facciones, violentamente apasionado, irracional.

Hay ahora una oportunidad real de hacer retornar a nuestra patria a la democracia. Fujimori, y la camarilla que lo sustenta, deben ser derrotados. Si lo hacemos, enfrentaremos nuestros inmensos problemas en un marco de libertad. Si no lo hacemos, los sufriremos bajo el peso acrecentado del conflicto y la opresión.

Estas son algunas de las razones que espero se tengan en cuenta al momento de votar y decidir a quién se le entrega el gobierno de nuestros destinos, y el de nuestros hijos. Pienso que una reflexión honesta sólo puede concluir en un voto contra Fujimori y a favor de la oposición democrática.

"Hay ahora una oportunidad real de hacer retornar a nuestra patria a la democracia".
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CARETAS 1357. del 06 de abril de 1995

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