domingo, 13 de diciembre de 2009


Encuentros de dos mundos



El Comercio
11 de octubre de 2009

El 12 de octubre de 1892 y de 1992 se conmemoraron el IV y V Centenario del Descubrimiento de América. El Comercio estuvo presente en las celebraciones

Por Miguel Ángel Cárdenas M.

Era la primera vez que se conmemoraba un centenario del descubrimiento de América. Era 1892, la cuarta centuria de ese vital y desmesurado suceso en la historia de la humanidad, y España era la movida cuna de las celebraciones que se centraron en el acervo y figura de Cristóbal Colón y en los lugares hispánicos más simbólicos de su gesta: el convento de la Rábida y el Puerto de Palos.

El miércoles 12 de octubre de 1892, El Comercio le brindó una cobertura exhaustiva con más de siete páginas enteras (nótese el crucial despliegue en una época en que los artículos lucían extensos y sin fotos). Allí se informó cómo el Senado, presidido por Manuel Candamo, y el gobierno del general Remigio Morales Bermúdez declararon esa conmemoración fiesta nacional. Y durante todo octubre, este Diario cubrió las veladas literario-musicales, como en la que se estrenó el poema musical "América": "compuesto (y ejecutado) por el doctor don José B. Ugarte". El mismo 12 de octubre se publicaron los poemas rendidos de José Arnaldo Márquez: "Hoy para honrar tu memoria / cuyo esplendor ilumina / lo más bello de la Historia / el mundo su frente inclina / en homenaje a tu gloria". Y la información fue muy variada, con el tono histórico que motivó que se editara un párrafo de la "Historia de los Indios" por Fray Bartolomé de las Casas.

La mejor descripción de lo que fue esa celebración finisecular aparece en el libro "1892: El IV Centenario del Descubrimiento de América en España", en el que el historiador Salvador Bernabeu narra cómo todo comenzó en Huelva el 2 de agosto, cómo el Ateneo de Madrid fue la sede de vibrantes conferencias y aprecia la presencia del poeta nicaragüense Rubén Darío y del escritor peruano Ricardo Palma: "que contribuyeron a fomentar las relaciones culturales".

Eran años de la regencia de la Reina María Cristina de Habsburgo y Lorena en España y precisamente El Comercio tuvo como corresponsal a nuestro gran tradicionista, quien fue el representante oficial del Perú en el IV Centenario. Sus artículos se empezaron a publicar a fines de noviembre. Al comienzo, Palma describió las fiestas con su particular estilo decimonónico: "Un gran baile en el Hotel Colón... Todas las damas lucían mantilla y una flor en el peinado, así se previno en las tarjetas de invitación. Quiero dejar constancia de que las tres señoritas sudamericanas, una bogotana, una uruguaya y una limeña, llevaban la mantilla con la misma gracia que las andaluzas".

Pero, luego, cuando una gran reunión de academias de la lengua se produjo allí, los latinoamericanos, con Palma en primera línea, lucharon con éxito por la inclusión de los americanismos en el Diccionario de la Real Academia Española. La crónica de sus discusiones en nombre de los peruanismos fue publicada aquí.

EL V CENTENARIO

En 1992, la controversia fue abrumadora. Con la visión de fines del siglo XX, el proceso fue visto con más claroscuros que nunca; en ese momento se producía la guerra del Golfo Pérsico, la caída de los regímenes comunistas de Europa del Este y el Premio Nobel de la Paz le era otorgado a la guatemalteca Rigoberta Menchú, la defensora de las comunidades indígenas.

Encuentro fue el término de justo medio (la gradación reconciliadora frente a choque, conquista y descubrimiento) para dos posiciones 'encontradas' y en muchos casos extremistas y demagógicas (hispanismos e indigenismos resucitados). Quizá una canción sea la que mejor resuma el pensar de quienes fueron muy críticos, sobre todo desde la izquierda. La cantan los argentinos Fabulosos Cadillac y la poguean aún hoy los jóvenes: "No hay nada que festejar latinoamericano descorazonado, hijo bastardo de colonias asesinas, cinco siglos no son para fiesta celebrando la matanza al indígena".

Hasta Juan Pablo II dijo en aquella ocasión: "Que la conciencia del dolor y las injusticias infligidas a tantos hermanos sea, en este quinto centenario, ocasión propicia para pedir, humildemente, perdón por las ofensas". En las páginas de este Diario apareció la opinión del filósofo Fernando Savater, quien citó a Walter Benjamin para precisar la contradicción de la historia más allá de los maniqueísmos de unos y los olvidos conservadores de otros: "Todo documento de cultura es también un documento de barbarie". Mario Vargas Llosa escribió sobre el aporte occidental de "el concepto de la soberanía individual y la posibilidad de vivir en libertad". Y en El Comercio se buscó enfatizar que los latinoamericanos somos producto del mestizaje, más allá de leyendas rosas y negras, señalando cómo los europeos se beneficiaron con nuevos productos alimenticios como el maíz, el tomate, el cacao, la papa y su farmacopea se enriqueció con la quinina y el curare, a los que les deben millones de vidas.

El doctor Aurelio Miró Quesada, en ese momento director de El Comercio, fue el presidente de la Comisión Nacional Peruana del V Centenario del Descubrimiento de América-Encuentro de Dos Mundos y su posición apareció en uno de los completos libros que editó esa comisión, "Perú: presencia e identidad": "Todas las épocas de nuestra historia han ido acumulando experiencias, tensiones vitales, nos han abierto al mundo para la experiencia, para los sentimientos, la estructura mental, el pensamiento, las emociones y hasta los mitos de los peruanos. Todas esas etapas buenas o malas son nuestras y no podemos desgarrarlas porque sería como quitarnos una parte de nosotros mismos".

En España --que ese mismo año organizó los Juegos Olímpicos-- se inauguró la Exposición Universal de Sevilla, que estuvo abierta 175 días y congregó a 42 millones de visitantes. El eximio periodista Manuel Jesús Orbegozo fue un enviado especial y escribió en El Dominical del 22 de noviembre que la Expo 92 "ha sido la exposición más grandiosa en forma y fondo, de cuantas se han realizado en este siglo... solo 100 años después, van a poder volver a reunirse casi todos los países que se aposentaron en una isla del río Guadalquivir, para mostrar en gigantescos stands sus más disímiles como heterogéneas imágenes". Orbegozo fue uno de los que con mayor delectación informó sobre las tres salas que en el primer piso del edificio Plaza de las Américas ocupaba el Pabellón Perú: con artesanía preínca, inca; y sobre todo la réplica del Señor de Sipán que recibió 12 mil visitantes diarios. Orbegozo escribió crónicas desde el principio al fin: "Al amanecer, todo yacía como muerto, como si horas antes un ventarrón hubiera barrido con toda la alegría, la algazara, el movimiento... Los vagones del cablecarril detenidos a medio camino, los stands cerrados y solo los barredores empezaban una gigantesca tarea que ni Hércules cuando limpió las caballerizas del rey Augías; los barredores deberían recoger varias toneladas de desechos materiales que dejaron los últimos visitantes de la singular EXPO 92. Sevilla cayó en depresión profunda". ¿Qué depresiones y entusiasmos nuevos traerá el siguiente centenario? En el 2092 lo leerán nuestros nietos en El Comercio, y en su página web, de seguro.


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